La semana pasada el ambiente en la universidad estuvo revuelto. Por lo visto, un investigador del departamento de psicología social, Satoshi Kanazawa, publicó un artículo donde defiende que la razón que mejor explica por qué hay mayor pobreza y enfermedades crónicas en países africanos es que el coeficiente intelectual de la gente de estos países es menor. Lo que oyen.

No he leído el artículo – no está en la bibliteca del centro, y mi interés no es tanto como para pagar por hacerme con él – pero sí varios textos que tratan su contenido. Uno de ellos dice: “Despues de haber examinado los efectos del desarrollo económico y las diferencias de poder adquisitivo en la salud, [Kanzawa] descubrió con asombro que el coeficiente intelectual tiene más impacto”. A continuación citan al investigador: “la pobreza, la falta de agua limpia y de saneamiento, la educación y los cuidados médicos no aumentan la salud y la longevidad, y tampoco lo hace el desarrollo económico”.

Y digo yo, si lo que quería el investigador era explorar la existencia de una relación causal entre inteligencia y enfermedad crónica y longevidad, ¿por qué se ha lanzado a comparar los resultados de diferentes países? Podría haber considerado los datos de un mismo país, y llegar a conclusiones como ésta: los españoles estúpidos mueren a los 50 años, los inteligentes a los 97. Y la de tiempo que nos ahorraríamos en diagnósticos y tratamientos médicos! No, caballero, su problema no es su cáncer terminal, sino que es usted algo tontito.

Hacer eso, sin embargo, hubiera tenido el importante inconveniente de no poder jugar con los prejuicios racistas que se advierten en esta investigación.

En todo caso, el revuelo creado ha sido importante. Un grupo de alumnos y profesores ha solicitado a la universidad que se desvincule de las conclusiones de este estudio, por considerarlas racistas y eugénicas. La dirección de la Universidad, sin embargo, no ha querido entrar en controversia, y ha dicho que no intenvendrá en la actividad que desarrolle el personal investigador de la universidad, aunque sea considerada polémica.

Lo más inteligente ha sido lo que han hecho Carlos, un amigo que trabaja en el instituto de metodología de la Universidad, y un par de sus compañeros. Según me contaba el otro día, han comprobado que el tratamiento estadístico de los datos que el investigador usa es erróneo, y que eso explica los resultados. De esta manera, no han tenido que cuestionar el diseño de la investigación ni la calidad de los datos, sino retar la investigación a nivel técnico, con el mismo programa estadístico que Kanazawa utiliza. Tan seguros están de lo que dicen que han pasado los datos a los alumnos del instituto, para que todos ellos comprueben qué errores se deben evitar en el cálculo estadístico.

Yo no podía dejar de reír cuando me lo contó.